La sostenibilidad emocional

Ya has leído alguna referencia que he hecho sobre Inma Puig. Y me gustaría hacerlo de nuevo por traer a mi vida un concepto que me ha encantado y que es de mucha utilidad, como lo es la sostenibilidad emocional.

Y es que mucho hemos escuchado hablar sobre la importancia de la sostenibilidad en muchos ámbitos de la vida, como el económico, el climático, etc.; pero nunca sobre las emociones.

Si nos vamos a las referencias, cuando hablamos de sostenibilidad, nos referimos a “la puesta en marcha de un conjunto de acciones para asegurar las necesidades del presente sin comprometer las necesidades del futuro”.

Si el concepto los extrapolamos a lo que sería la gestión de las emociones, y tomando como referencia algunas de las reflexiones de Puig; si como personas fuésemos capaces de hablar en el espacio adecuado, en el momento oportuno y con un interlocutor neutro; la complejidad, la incomprensión, la posible agresividad y sus indeseadas consecuencias se enfriarían para recuperar la esencia de lo sucedido y trabajarlo para el bien de todos.

Además, también deberíamos ser capaces de preservar la identidad de cada uno, mantener las cualidades de todos y obtener lo mejor de cada individuo. Siempre colocando de primero el respeto mutuo

La teoría es sencilla, pero sé que ponerlo en marcha es mucho más complicado; empezando por encontrar un interlocutor neutro. Nos pueden las emociones, somos personas. Y cuando ya somos dos o más interlocutores sumergidos en la emoción, los resultados de la relación e incluso de una simple conversación pueden ser catastróficos.

Deberíamos ser capaces de auto regularnos, de ser sostenibles ¿Qué me ha funcionado? ¿Cómo lo hacemos? 

  1. Empieza a ser consciente de tus emociones ¿Qué sientes y cómo te sientes cuando estás triste, alegre, molesto, con miedo…? ¿Qué te hace reaccionar de una manera u otra? Esto, te ayudará a prever tu posible reacción ante diferentes situaciones a las que tengas que enfrentarte en las que predomine alguna de estas emociones.
  2. Ten siempre presente que quien decide reaccionar ante una situación eres tú, no el otro. El otro puede ser un elemento provocador, pero tú tienes el poder de decidir si darle vida a la provocación o irte a la esencia de lo importante que debe ser discutido. A los hechos.
  3. Remítete siempre a los hechos. Suele ser muy peligroso hablar desde la emoción y, sobre todo, reaccionar desde aquí. Si respondes desde lo racional y desde los hechos, conseguirás más resultados, de forma más asertiva y ahorrando mucha energía.
  4. Gestiona tus propias emociones para poder leer y gestionar las emociones de los demás. Si ya conoces cómo eres capaz de reaccionar tú ante diferentes situaciones, ya tienes una pista de cómo puede reaccionar tu interlocutor ante diferentes estímulos. Incluso, te dará pistas de los verdaderos trasfondos de las palabras y los comportamientos de los demás. Saber gestionarlo, te permitirá impulsar relaciones más sanas, ser asertivo en tu comunicación, y seguro darás pasos más rápidos hacia los objetivos que te planteas conseguir.
  5. Con buenas palabras, se puede decir todo.

Recuerda que no se trata de eliminar las emociones de tu vida. Es imposible hacerlo. De hecho, “solo recordamos lo que nos emociona, aprendemos de lo que nos emociona, vivimos mejor cuando nos apasiona algo”. Es ser capaces de “tener en cuenta las emociones, sentimientos propios y ajenos, y estar dispuesto a demostrarlo con hechos”. 

Referencia: Puig, Inma. 2019. Revolución emocional. 

 

 

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