Visión biológica y química de la felicidad

Cuando hablamos de felicidad, existen numerosas posturas. Hay quienes piensan que es un tema de “flores y mariposas”, otros lo ven como una utopía a ser cumplida, el objetivo final que parece nunca llegar; otros lo ven como la clave fundamental del desarrollo y el bienestar…

Sin embargo, he encontrado una visión desde la perspectiva de la biología y la química producto de numerosas investigaciones expuestas en el libro Sapiens de Yuval Noah Harari, historiador, filósofo, profesor de historia de la Universidad de Jerusalén y autor de otros libros de éxito internacional; que me han parecido interesantes compartir. 

-Los ítems son extractos del apartado 19 bajo el título “Y vivieron felices por siempre jamás”-

  • Yuval, comienza haciendo una pregunta: ¿somos más felices ahora? Las riquezas que la humanidad ha acumulado a lo largo de los cinco últimos siglos ¿se ha traducido en nuevas satisfacciones? Probablemente la respuesta es negativa. Si bien ha habido muchos avances como, por ejemplo, en la medicina; no se ha demostrado que una persona en la actualidad sea mucho más feliz de lo que haya podido ser un recolector o un campesino en el pasado.
  • Existe una correlación inversa entre capacidades humanas y felicidad. Cuando los humanos aprendieron a cultivar la tierra (nueva capacidad), éstos tenían que trabajar más que los cazadores y recolectores para conseguir un alimento menos variado y nutritivo, y se hallaban mucho más expuestos a enfermedades y a la explotación. Ésta nueva capacidad no implicó un incremento de la felicidad, pero sí un cambio de marco y rutina de vida que hasta ahora habían llevado los cazadores y recolectores.
  • La definición aceptada de felicidad es “bienestar subjetivo”. Según esa concepción, es algo que se siente en el interior, una sensación de placer inmediato, o bien de satisfacción a largo plazo con la manera en cómo se desarrolla tu vida.
  • El dinero produce realmente felicidad, pero solo lo hace hasta cierto punto, pasado ese punto carece de importancia. Si una madre que gana 12.000 euros anuales de repente gana 500.000 euros en la lotería, experimentará un aumento importante y a largo plazo del bienestar subjetivo. Podrá dar de comer y vestir a sus hijos sin hundirse en más deudas. Si, por el contrario, un alto ejecutivo que gana 250.000 euros anuales le doblan el salario, es probable que su bienestar subjetivo dure solo unas pocas semanas. Podrá comprar un automóvil más llamativo, mudarse a una casa más suntuosa, pero pronto le parecerá rutinario y nada excepcional.
  • La enfermedad reduce la felicidad a corto plazo, pero es solo causa de aflicción a largo plazo si la salud se deteriora constantemente o si la enfermedad implica dolor progresivo y debilitante. A las personas que le diagnostican una enfermedad crónica como la diabetes, suelen deprimirse un tiempo, pero si la enfermedad no empeora se adaptan a la nueva situación y valoran su felicidad tan alta como cualquier otra persona.
  • La familia y la comunidad parecen tener más impacto en nuestra felicidad que el dinero y la salud. Las personas con familias fuertes que viven en comunidades bien trabajadas y que apoyan a sus miembros son significativamente más felices que las personas cuyas familias son disfuncionales y que nunca han encontrado una comunidad a la cual formar parte.
  • La felicidad no depende de condiciones objetivas, ni de la riqueza, la salud e incluso la comunidad. Depende de la correlación entre las condiciones objetivas y las expectativas subjetivas. Si uno quiere un carro de bueyes y obtienes un carro de bueyes, está contento. Si uno quiere un coche de gama alta y obtiene uno de baja, esto lo asimila como una pérdida. Estar satisfecho con lo que se tiene es mucho más importante que obtener más de lo que se desea.
  • Si la felicidad viene determinada por las expectativas, entonces dos pilares de nuestra sociedad (los medios de comunicación y la industria publicitaria) pueden estar vaciando, sin saberlo, los depósitos de satisfacción del planeta. Si el lector fuera un joven de 18 años de una pequeña aldea de hace 5.000 años seguro pensaría que era bien parecido porque solo había otros 50 hombres en su aldea y la mayoría eran ancianos o tenían cicatrices. Pero si el lector es un adolescente de la actualidad, se sentiría muy incómodo. Incluso si los demás chicos de la escuela son feos, no se compararía con ellos sino con las estrellas de cine, atletas, supermodelos que ve en la televisión, Facebook…
  • Los biólogos, por su parte, sostienen que nuestro bienestar subjetivo no está determinado por parámetros externos como el salario, las relaciones sociales o los derechos políticos. Está determinado por un complejo sistema de nervios, neuronas, sinapsis y varias sustancias bioquímicas como la serotonina, la dopamina y la oxitocina. A nadie le hace feliz ganar la lotería, comprar una casa, ser promovido o encontrar el amor verdadero. A la gente le hace feliz una cosa: sensaciones agradables en su cuerpo. Reacciona a varias hormonas que recorren su torrente sanguíneo, y a la tormenta de señales eléctricas que destallan en diferentes partes de su cerebro.
  • Nuestro sistema bioquímico interno parece estar programado para mantener relativamente constantes los niveles de felicidad. La felicidad y la desdicha desempeñan un papel en la evolución únicamente en la medida que promueven la supervivencia y la reproducción o dejen de hacerlo.
  • Los sistemas que acondicionan la felicidad humana también difieren de una persona a otra. En una escala del 1 al 10, algunas personas nacen con un sistema bioquímico alegre que permite que su humor oscile entre los niveles 6 y 10, y que con el tiempo se estabiliza en un 8. Una persona de este tipo se siente bastante feliz incluso si vive en una ciudad grande y alienada, pierde su dinero invirtiendo en la bolsa y se le diagnostica una enfermedad crónica. Otras personas tienen una bioquímica triste que oscila entre 3 y 7 y se estabiliza en el 5. Una persona infeliz sigue estando deprimida incluso si goza del apoyo de una comunidad bien trabajada, gana millones y está saludable. Simplemente, su cerebro no le permitirá experimentar más allá de un 7, ocurra lo que ocurra.

Entender la felicidad desde un punto de vista menos emocional y más desde una perspectiva científica, nos puede ayudar a ser cada vez más racionales de nuestras emociones, la de los demás, y, por consiguiente; ser más asertivos en nuestros procesos de comunicación, gestión de expectativas, en procesos de motivación de los profesionales e incluso en nuestra propia auto motivación.

Referencia: Harari, Y. 2018. Sapiens. De animales a dioses: una breve historia de la humanidad

 

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